Rio de Janeiro Llora al apagar su Llama Olímpica (Crónica de la Clausura, #Rio2016)

La lluvia me despertó a las 6 de la mañana. El color gris que cubría Rio de Janeiro durante el 21 de agosto acompañaba el sentimiento que todos teníamos presente, algo importante se acababa, los XXXI Juegos Olímpicos de Brasil pronto serían más un recuerdo que una ilusión.

Pero con sol o con lluvia había que llegar a Maracaná, y en Rio llegar a cualquier parte es toda una aventura. La tormenta aumentó tres horas antes de la Ceremonia de Clausura, Rio lloraba y mucho. El viento hacía que anduviéramos dos pasos para adelante y uno para atrás. Los Juegos Olímpicos se acababan y los espectadores, deportistas, voluntarios y periodistas también lloraríamos en unas horas.

Desde el centro de prensa del Parque Olímpico no salían buses directos al Estadio de Maracaná, Rio 2016 nunca nos lo puso fácil. Pero la necesidad agudiza la hospitalidad, nos obligaba a ayudarnos unos a otros y pronto la única persona en el bus que sabía cómo llegar al Estadio nos dijo que subiéramos, que después ella sabía llevarnos. Las noticias llegaban a ese autobús de periodistas perdidos: ¡se ha ido la luz en Maracaná!, ¡tampoco hay luz en la Villa de Atletas!… Rio no solo lloraba, también cerraba los ojos, no quería ver cómo sus Juegos Olímpicos terminaban.

Y en aquella excursión improvisada de periodistas llegué al histórico Estadio de Maracaná. Allí había empezado todo, hacía sólo 15 días. Las colas de espectadores, la mala organización, la deficiencia de infraestructuras… ahora ya no importaban, a Rio se le había quedado grande preparar unos Juegos pero nos había permitido disfrutar durante dos semanas de lo mejor del deporte y mañana habría que esperar otros cuatros años para hablar de esgrima, de taekwondo, de tenis de mesa o de halterofilia.

Los atletas abrieron la ceremonia. Una hora de desfile de banderas y banderines. Una hora es mucho, sí, pero el ritmo brasileiro no conoce otra velocidad. Aquí la vida transcurre más lenta pero también disfrutan más de todo. Si algo hay que reconocerles es que saben cómo hacérnoslo pasar bien y aunque no hayan sido los mejores Juegos Olímpicos de la historia, echaremos de menos la samba en 2020.

Maracaná ofreció su simbolismo, pero el espectáculo olímpico hace tiempo que se planea para ser visto por televisión. La Ceremonia se crea para que la disfrute el planeta entero, mientras que los 80.000 espectadores del Estadio disfrutamos el momento. Sólo las cuatro pantallas gigantes instaladas en las esquinas nos descubrían las formas que dibujaban los bailarines en la pista. Y entonces esas pantallas comenzaron a mostrar lo que Rio ha vivido con todos nosotros. Revivimos la emoción de ganar un oro, la impotencia de caer al suelo sin fuerzas por el esfuerzo, la alegría de la lágrima que cae con el himno de fondo… con cada deportista brasileño el Estadio se levantaba pero los creadores del espectáculo sabían que Phelps y Bolt debían cerrar la secuencia de fotografías en Maracaná, había que dar el relevo a un Japón que deseaba mostrar al mundo de lo que es y será capaz.

El guión escrito de la Ceremonia decía que el fuego olímpico debía apagarse con “agua de lluvia”. Rio lo sabía y el agua del espectáculo se mezcló con la lluvia carioca para apagar la llama olímpica. Muchos lloramos cuando Madrid no consiguió su 2016, ni su 2020. Eran las mismas lágrimas que hoy apagaban el fuego de Rio de Janeiro. Unas lágrimas que se escapan por querer atraer de nuevo uno de los eventos más hermosos del mundo. Confeti, fuegos artificiales, samba y carnaval: Rio 2016 se acababa al ritmo de “Cidade Maravilhosa”. El estadio entero se levantó y en ese momento hubo un abrazo que resumió mejor que ningún otro este adiós, una voluntaria de España y otra de Argentina se abrazaron y al mismo tiempo se dijeron: ¡Nos vemos en Tokyo!